Los santos de la iglesia siempre son un gran regalo de Dios para toda la humanidad. Muchas veces ellos daban con su vida una respuesta a las necesidades más urgentes de su tiempo. En el siglo IV cuando empezó la veneración de San Nicolás, la gente relacionaba el santo obispo de Mira con la victoria del bien sobre el mal, de la caridad sobre el odio, de la generosidad sobre la envidia. Es como si el continente europeo al cual había llegado apenas el mensaje del evangelio de Cristo estuviera aprendiendo los valores mas fundamentales de la nueva fe.
En el paganismo engaño, traición y violencia eran situaciones normales y tolerables en la lucha por la supervivencia entre los pueblos e individuos. „Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor“, dijo Jesús, el fundador de la la religión cristiana. (Mc 10,43) San Nicolás trataba de vencer el mal con el bien en varias áreas. A tres jóvenes que por su pobreza se encontraban en peligro de terminar en la prostitución les regaló de su herencia suficiente dinero para que se pudiesen casar. Para salvar a su ciudad de una hambruna obligó a un capitán de un barco imperial lleno de trigo de Egipto para la gran urbe Roma a compartir gran parte de la mercancía con la población que estaba sufriendo por el hambre. Le prometió al capitán asustado y temeroso que no le iba a pasar nada por esta obra de caridad según la voluntad del Dios de los cristianos. Y así fue. Sinfín de obras buenas y milagros son atribuidos por el pueblo fiel al Santo con la barba blanca y larga.
Entre los siglos XII y XVI la fiesta de San Nicolás era una de las ocasiones más solemnes para los cristianos que celebraban en este día la auténtica caridad cristiana que se alimenta solo de un amor a Dios sincero y fervoroso. Durante muchos siglos la cristiandad se preparaba para la celebración de la Navidad, la segunda fiesta más grande después de la Pascua con 40 días de ayuno (empezando después de la solemnidad de San Martín el 11 de noviembre). Parece ser que las autoridades eclesiales no estaban en contra de un pequeño receso del ayuno estricto el día 6 de diciembre, fiesta de San Nicolás. Por eso las delicias más ricas de la postrería alemana tienen que ver con este día.
Con el tiempo el día asumió además el carácter de retrospectiva al año que terminaba. En las familias el padre se disfrazaba de San Nicolás con una intención educativa. Ahora San Nicolás premiaba los buenos logros de los hijos durante el año con pequeños regalos y en caso contrario castigando las faltas regalando solamente un palo. En las familias en las cuales el santo obispo no hace su aparición en persona, los niños pulen sus zapatos la víspera de la fiesta de San Nicolás colocándolos en la puerta de la entrada. En la mañana pueden encontrar su premio de San Nicolás quien pasa en la noche de casa en casa.
En el siglo XIX San Nicolás sufrió la metamorfosis final hacia lo que los niños de hoy llaman „Santa“. El culpable es un migrante alemán en EEUU con nombre Thomas Nast que inventó este personaje gordo, acogedor y medio tonto. La figura de un santo de la caridad se convirtió en un símbolo del consumismo que predica el hedonismo.
¿Será esta transformación un símbolo para el camino de la cristiandad en nuestros tiempos? ¿De la exigencia de nuestra fe a la comodidad de una vida mundana? ¿De la entrega personal al consumo sin limites?
¡Que tengan un feliz día de San Nicolás, cuyo nombre significa el vencedor del pueblo (sobre el mal)! Este mensaje del santo del siglo IV no podría ser más actual en días de crisis.

Indudablemente que San Nicolás es el Vencedor del mal y del malo entre el Pueblo. Y un gran Obispo caritativo, y que supo defender la divinidad de Jesucristo, contra el arrianismo. Al parecer su Tio era Obispo, y el siguió la vocación sacerdotal, fue monje y luego aclamado Obispo de Mira en la actual Turquía. Al morir unos marinos italianos lo trasladaron a Bari
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