Adviento

de Adrienne von Speyr

María espera al Niño, que ya está presente. Ella vive en la promesa de la Navidad, pero sabe que desde el momento en que ha dado su sí todo ya está cumplido. Su espera no es un vacío que solo más tarde será colmado, su espera misma es ya una parte del cumplimiento de Cristo, que se revelará con Su natividad. Y ella será la primera que tendrá la gracia de ver al Niño.

En toda espera humana existe un cierto temor, una cierta inquietud. Por lo general uno no sabe si saldrá airoso, si corresponderá en el momento decisivo, si ha dispuesto bien todas las cosas para que el acontecimiento inminente pueda recibir su forma correcta y adecuada. Maria, en cambio, tiene la certeza de que el Niño que está esperando es Dios mismo. El Padre le ha enviado el ángel para anunciárselo. Y ella, dando su asentimiento, participa de antemano en lo que viene. No tiene que inquietarse ni afligirse. Lo que está viniendo es. Es Dios quien está viniendo. Él trae el cumplimiento que Él mismo es, y con ello trae también la posibilidad de salir airosos y de corresponder a quienes están con Él.


A medida que el tiempo avanza, la venida inminente se vuelve más y más perceptible para la Madre. Y, al mismo tiempo, ella ve a los hombres de modo cada vez más claro a la luz de la redención que está viniendo. Para la Madre, todo lo que un día el Hijo realizará está ya ahora como contenido en ella, y así participa de la manera más íntima en todo lo que está viniendo. Pero María no pondera este hecho, sino únicamente lo que el Hijo realizará. Ella solo es punto de partida que se recoge en vista de la donación, que espera expectante el cumplimiento de Dios. Y es precisamente en esta espera donde reside su coparticipación.

Cuando nosotros celebramos el Adviento junto a ella y dirigimos nuestra mirada contemplativa al misterio que vive en ella, debemos intentar deponer, por una vez, nuestro saber habitual sobre el cristianismo y sobre la vida eclesial para regresar a esta célula originaria de la vida cristiana y ver al Señor como el que viene y cumple la promesa.

En su devenir, Él ya es; viniendo, ya está regalando. A su Madre le da la certeza de su propia misión y esta certeza contiene el conocimiento seguro de la redención del mundo. Y este regalo no se detiene en ella: por medio de ella pasa a la Iglesia y llega hasta nosotros. Nosotros tenemos parte en ese regalo.

Cuando María se encuentra con gente conocida en su entorno, los ve bajo el punto de vista de la redención. También ellos son aquellos a los que ella tiene la gracia de llevar a su Hijo. Y así el círculo se va ampliando a los desconocidos, a los que encuentra casualmente, a los que están lejos, que nunca verá y que nunca conocerá. Todos están necesitados de la misma redención, y por eso ella tiene algo que dar a todos: su Hijo.

Así ella se alegrará de todos, porque puede agraciar a todos. Solo en raras ocasiones se tratará de una tarea visible, palpable; casi siempre será el don de una tarea que solo se cumple en el seno de su gran donación a Dios. En su misión existe algo que no podía preverse cuando dio su asentimiento y que ahora se hace visible: la inclusión de todos los demás, el estar presente de todos en la espera del Redentor. También de aquellos que aún no han llegado a saber nada de esto, que no pueden comprenderlo. El cumplimiento está en Dios. Pero también está en la vocación, en el ponerse a disposición, en la disponibilidad y en el perseverar de María; y, por tanto, también en su invitación a todos a estar presentes y a colaborar, a compartir con ella el ser parte, para que todos participen en la fiesta que el Hijo le prepara a su Madre, sin que se debilite a través del tiempo, y a fin de que la Navidad se haga realidad para cada uno, entonces, hoy y en la eternidad.

En este recogimiento del fluir de todos los tiempos en el tiempo del Adviento yace, escondido en el fondo, el misterio de María: cómo ella se pliega, se somete, sigue, comprende, obedece, ama.

Siendo invitados nos es dado participar con ella en su esperanza, la cual está fundada en su mi‐ sión y, por esta, en la misión de cada persona que comparte la fe.

Quizá no exista una mejor preparación para la Navidad que este sabernos incluidos en la oración de la Madre, en su certeza, libre de todo temor, de que por la gracia del Hijo nosotros corresponderemos a Su espera, el día que Él venga a nosotros.

EDICIÓN DIGITAL: © Saint John Publications, 2022 | Para citar o compartir la publicación, utilizar el enlace https://doi.org/10.56154/tn | ORIGINAL: Advent. En: Schweizer Schule 41/14 (15.XI.1954): Advent und Weihnachten in der Schule. Sonderheft, 459–460 | TRADUCCIÓN: Co- munidad San Juan | La publicación se distribuye gratuitamente y puede ser compartida libre- mente sin ánimo de lucro (detalles en el aviso legal de la página balthasarspeyr.org).